Anónimo
¿Quien no espera lo que cae del cielo para besarlo y comprenderlo como parte de la vida?
La casualidad de lo inesperado.
Aquél, sabrá que lo que proponen una ballena y un camello en la misma foto puede rozar la delicia de dos mundos en constante movimiento. Un rojo especialmente dedicado a la cura de los dolores del amarillo tenebroso. Un Dorado que, cómplice de la malicia, confunde los antojadizos momentos de un verde azulado en busca de su momento de plácida compañía...
Un centro casi tormentoso en busca de la planicie periférica que completa la visión de un mundo en descomposición constante. Un fondo casi abismal, parecido al dolor de un alfiler entrando a una uña. Una fuerza descomunal brotando hacia los lados y perdiendo sorpresa para llegar al llano y aburrido momento del fin. Un fin anunciado por la inexperiencia del tacto y la ansiedad del borde.
La rugosidad como primera plana convoca a la admiración de vidas pasadas y a rencores ajenos hechos arrugas. La sonrisa simple que se transforma en un peludo espejo que refleja la palidez del mármol y la ciega mirada del adiós... el adiós a ninguna parte. Una escultura de momentos lentos pero vivaces.
El símbolo como mensaje. El símbolo que mueve la vida del sin sentido y lo convierte en esperanza de mula. Un hombre en viaje a la nada. Un camino usado e intuido por los golpes del contraste feroz entre la maravilla más pura y la catastrófica verdad del planeta. Un hombre y un triángulo en franca lucha por conservar la atención del imbécil de turno quien con dos linternas anima una explicación inútil.
Procreación del mal. Pecado de conscientes y previsores. La inteligencia hecha núcleo y membrana de importancia irrelevante. Un menor, un mayor, un veloz y un lento como puntos cardinales de la fábula de idiotas temerosos del mito. Un favor al buen gusto... la matanza de la especie... o su transformación en algo escandaloso. Camino incierto de pesares en fuga hacia la relajación.
Fatalidad de mosca.
Trueno y augurio.
Resignación de pastor.
Susurro entre vajillas.
Codicia de pulga.
Incidencia favorable de un rayo misterioso.
Concepción de maldad.
Inmovilidad reprimida.
Casi como un sueño, vuelo por la duna de culpa ajena y despierto sin conciencia de espacio, tiempo, esperando encontrar al toro que conozca la paz que busco y sepa guardar mi corazón entre llamas para conquistar un horizonte claro, interminable, de frustraciones veladas por el destino tacaño y severo de rodillas gastadas y antílopes en celo.
Veo la mar...
Me ahogo...
Al fin... he nacido... al fin... relámpago atroz... al fin... al fin...